Escritura creativa, habilidades de redacción de contenido

https://www.upwork.com/freelancers/~018c718ed49bf108e6

martes, 12 de noviembre de 2024

Relatos de un Medico en Urgencias Parte 1

El humo del cigarrillo se enroscaba en la oscuridad, como un fantasma ascendiendo hacia la noche fría e indiferente. Cada anillo que se formaba y desvanecía era un recordatorio de la fugacidad de la vida, de la inexorable marcha del tiempo. A lo lejos, las sirenas de las ambulancias gemían como almas en pena, anunciando la llegada de nuevas tragedias, de nuevas batallas en la guerra sin fin entre la vida y la muerte. Y yo, en mi escondite en la parte trasera del hospital, me aferraba a la soledad como un náufrago a un madero a la deriva. Esta noche, la guardia se sentía especialmente pesada. El aire denso, cargado del olor a desinfectante y a miedo, parecía oprimirme el pecho. Cada paciente que llegaba, cada historia de dolor y sufrimiento, era un golpe más a mi ya maltrecha alma. En este pequeño oasis de sombras, podía despojarme de la bata blanca, de la máscara de profesionalismo, y permitirme ser vulnerable. La doctora, la que todos conocían, la que enfrentaba la enfermedad y la muerte con serenidad y determinación, dejaba paso a la mujer, a la que se escondía bajo la coraza de la ciencia y la razón. Una mujer que se sentía perdida, rota, al borde del abismo. La muerte, esa compañera inseparable, se había convertido en la sombra que me perseguía. La veía en la mirada vacía del anciano que acaba de perder a su esposa, en el llanto desconsolado de la madre que no puede aceptar la partida de su hijo, en el silencio sepulcral de la sala de operaciones después de una batalla perdida. Cada vida que se extinguía a mi lado dejaba una huella imborrable en mi alma, un vacío que ningún logro profesional, ningún reconocimiento, podía llenar. Me había acostumbrado a la compañía de los fantasmas, de los recuerdos de aquellos que ya no estaban. Sus rostros, sus voces, sus historias, se agolpaban en mi mente, impidiéndome encontrar la paz, la tranquilidad. Me sentía como una espectadora de mi propia vida, una extraña en un mundo que ya no reconocía. Mis colegas, mis amigos, incluso mi familia, percibían en mí una fortaleza que ya no sentía. Admiraban mi dedicación, mi capacidad para afrontar la adversidad. Pero ninguno de ellos podía vislumbrar el torbellino de emociones que se agitaba en mi interior: la angustia, la soledad, el miedo. El miedo a la muerte, sí, pero también el miedo a la vida. A una vida vacía, carente de sentido, donde la rutina y el dolor se habían convertido en mis únicos compañeros. ¿Para qué seguir luchando, para qué aferrarme a la esperanza, si al final todos terminábamos igual: convertidos en polvo, en un recuerdo borroso? Y entonces, en medio de la oscuridad, una voz susurraba en mi interior: "Hay algo más". Una voz que se resistía a la desesperanza, que me impulsaba a buscar un sentido, una razón para seguir adelante. Quizás la respuesta se encontraba en la conexión humana, en la capacidad de amar y ser amada. Quizás, al tender la mano a otros, al compartir su dolor y sus alegrías, podría encontrar un sentido a mi propia existencia. Quizás, al sanar las heridas de los demás, podría empezar a sanar las mías. Con esa frágil esperanza, me levantaba cada mañana, me vestía con la bata blanca y me enfrentaba a un nuevo día. Un día lleno de incertidumbres, de desafíos, pero también de posibilidades. Porque a pesar de la soledad, a pesar de la muerte, la vida seguía su curso, y yo, con ella. Y en esta noche de guardia, en medio del caos y el sufrimiento, me aferraba a esa esperanza como a un salvavidas.

1 comentario:

  1. Te invitamos a que no dejes comentarios para ir mejorando en nuestras historias, saludos lectores

    ResponderBorrar

El pase de guardia y el tiempo

Cuando el reloj marca el relevo: el arte del pase de guardia Ese instante donde un equipo cierra su jornada y otro se prepara para comenzar ...