El Lienzo de la Escritura
¡Bienvenido a este viaje literario! Cada página promete una nueva y emocionante aventura. Sumérgete en historias que relatan la vida de médicos en las urgencias, enfrentando desafíos y emociones en cada turno. Sube a la ambulancia de emergencias, vive la intensidad de la sala de shock room, adéntrate en el área de cirugía, recorre la sala general y los consultorios. Acompáñanos en este recorrido lleno de pasión, valentía y humanidad.
Escritura creativa, habilidades de redacción de contenido
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sábado, 28 de junio de 2025
El pase de guardia y el tiempo
Cuando el reloj marca el relevo: el arte del pase de guardia
Ese instante donde un equipo cierra su jornada y otro se prepara para comenzar marca mucho más que un simple recambio de profesionales: es un verdadero traspaso de confianza, saberes, estrategias y compromiso, capaz de influir en el destino de cada paciente. Es un momento cargado de humanidad, donde la experiencia y la empatía se entregan junto a los datos clínicos, para garantizar que nadie quede desprotegido en el camino.
En el pase de guardia no se repiten mecánicamente diagnósticos y tratamientos. Allí se transmiten detalles vitales: cómo respondió la persona a los medicamentos, qué temores expresó en la madrugada, cuáles son sus redes de apoyo, o qué obstáculos podrían complicar su recuperación. Son piezas de un rompecabezas humano que no pueden quedarse sueltas, porque cada una importa para el todo.
El tiempo manda
El tiempo durante el pase de guardia es un recurso escaso y valioso. El equipo que termina su turno llega exhausto tras horas de tensión y decisiones difíciles. Quien ingresa necesita, en minutos, hacerse cargo de la complejidad de cada paciente, priorizar urgencias y planificar los próximos pasos.
Si el pase de guardia se hace de manera desordenada, apresurada o a los gritos en un pasillo lleno de distracciones, el riesgo se multiplica: errores de medicación, estudios repetidos, diagnósticos incompletos o intervenciones omitidas. Y con ello, la seguridad del paciente queda comprometida.
Mucho más que números
Un buen pase de guardia no se limita a cifras o análisis de laboratorio. Involucra aspectos emocionales y sociales, esos que a veces se olvidan pero pueden torcer la evolución de una enfermedad: la tristeza de no recibir visitas, el miedo a un diagnóstico o la desconfianza hacia un tratamiento. Todo eso debe pasar de un equipo a otro, porque no hay plan de atención que funcione sin contemplar la dimensión humana.
Diario de una noche en los hospitales: Vocación, retos y humanidad
Una mirada al pulso real de la guardia
Los hospitales son escenarios donde la vida late con intensidad, sobre todo durante las guardias nocturnas, cuando el mundo exterior parece sumergido en un sueño profundo, pero dentro de sus muros cada minuto cobra un significado distinto. Aquí el tiempo no respeta relojes ni rutinas, se transforma en un pulso constante, donde las esperas se hacen eternas y las urgencias exigen velocidad y precisión.
Las dificultades son parte del paisaje, escasez de insumos, equipos limitados, múltiples necesidades que brotan de cada sala. La comunidad, vulnerable y esperanzada, busca contención y soluciones en el personal de salud. Allí, ser atento, empático y resolutivo deja de ser una virtud para convertirse en una obligación vital, una especie de faro que guía cada acción aún en medio del caos.
Adaptarse para salvar
Cada guardia se convierte en un tablero de decisiones, donde las piezas cambian a cada instante y la estrategia nunca es definitiva. En ocasiones, es necesario improvisar con lo que hay a mano, generando maniobras creativas para salvar vidas con recursos que muchas veces parecen insuficientes.
Detrás de cada diagnóstico hay un ser humano con una historia entera, un mundo de afectos, sueños y miedos. El personal de salud, muchas veces anónimo para la sociedad, sostiene silenciosamente esa carga. Son brazos extendidos que, aunque agotados, nunca dejan de sostener.
El crecimiento de las instituciones
A pesar de todas las limitaciones, los hospitales siguen en movimiento, transformándose día a día. Avanzan con pasos a veces lentos, pero firmes, hacia modelos de atención más modernos, integrales y humanos. Incorporar nuevas tecnologías, ampliar la formación, renovar miradas y valores, son piezas imprescindibles de este crecimiento.
La actualización médica y el aprendizaje continuo no son un lujo, sino una necesidad. Porque la enfermedad no avisa, no espera y muchas veces golpea donde menos se la espera. Prepararse, capacitarse, compartir saberes, todo esto es parte de un camino colectivo donde cada profesional deja una huella.
Entre aprendizajes y frustraciones
No todos los días son victoriosos. Hay derrotas silenciosas que dejan heridas en el ánimo, miradas perdidas que pesan más que mil palabras, despedidas que marcan la memoria de quien atiende. Sin embargo, incluso de esas derrotas brota un aprendizaje profundo, que enseña a prevenir, a cambiar, a hacer las cosas mejor la próxima vez.
La medicina es un camino donde se entrelazan ciencia y humanidad, razón y emoción, técnica y compasión. Es un oficio que nunca termina de aprenderse y que exige coraje para seguir, aun cuando el cansancio hace temblar las manos.
Resiliencia y vocación
En ocasiones, las circunstancias arrastran hacia puertos oscuros, donde la frustración parece inevitable. Sin embargo, la vocación late como un motor interno, sosteniendo el ánimo en medio de la tormenta. Es la fuerza silenciosa que impulsa a levantarse una y otra vez, a intentar lo imposible, a entregar la mejor versión de uno mismo sin esperar aplausos ni medallas.
Contar con las herramientas adecuadas,no solo técnicas, sino también emocionales, se vuelve vital para sobrellevar cada turno, cada noche, cada historia que se cuela en la memoria. Porque al final, aunque el cuerpo termine exhausto y la mente saturada, saber que se brindó ayuda, consuelo y esperanza devuelve la razón de ser a la profesión más noble: la de cuidar la vida.
sábado, 21 de junio de 2025
Carta a la mujer que soy: Entre la medicina, el amor y el Olvido
A veces vivimos tan atrapadas en lo que debemos ser que olvidamos lo que realmente somos. Esta es una carta íntima, una confesión, un reencuentro con mi propia historia después de casi dos décadas dedicadas a la medicina y a todos, menos a mí.
Durante 18 años, fui mi profesión.
La medicina fue mi prioridad absoluta. Me entregué por completo: cuerpo, mente y alma. Día tras día, año tras año, prioricé a los demás —pacientes, pareja, familia— dejando de lado algo esencial: yo misma.
Me casé con mi profesión antes que con mi pareja. Durante 16 años viví anestesiada, sostenida por una rutina que me exigía apagar mis propios deseos para sostener los de los demás. Cuando abrí los ojos, mi matrimonio ya estaba roto. Y yo, rota con él.
Separarse no fue por amor… fue por ausencia.
No fue el amor lo que dolió al separarme. Fue el hábito. La idea de llegar a casa y no encontrar a “alguien” en ese espacio que llamaba hogar. Pero ese alguien no me acompañaba. Y yo tampoco me acompañaba a mí misma.
Empezar a reencontrarme fue un proceso tan duro como necesario. Ahí descubrí todas las heridas que me hice sin querer. Todas las veces que me anulé, que me callé, que me empujé al fondo por no fallarle a nadie… excepto a mí.
Me hago responsable.
Sí, todo esto fue culpa mía. No desde la culpa destructiva, sino desde la aceptación. Me hago cargo de mis elecciones, incluso de aquellas que hirieron. Tal vez también dañé sin querer. Porque cuando no sabemos quiénes somos, es fácil lastimar incluso a quienes queremos cuidar.
Hubo un tiempo en que creí que mi destino era la soledad. Nunca consideré ser madre: lo sentía como un lujo incompatible con mi vida laboral. Hoy, a mis 48 años, reconozco que esa ausencia duele… y también duele el juicio de quienes creen que eso me hace incompleta.
¿Es esta una vida patética?
A veces lo pienso. A veces me duele. Pero en el fondo, sé que no. He sido valiente, resiliente, entregada. He vivido con pasión, aunque muchas veces haya olvidado mi propia voz. Hoy estoy aquí, despierta, con cicatrices… pero viva.
Hoy, me abrazo.
No escribo esto para culparme. Escribo para abrazarme. Para reconocerme. Para recordarme que sigo estando a tiempo de elegirme, de priorizarme, de no rendirme. Esta es la carta que me debía. Y si alguna vez sentiste lo mismo… tal vez también sea para vos.
martes, 24 de diciembre de 2024
Relatos de un Medico en Urgencias Parte 5
La Nochebuena en el sistema de emergencias tiene un sabor especial, una mezcla de alegría y ansiedad. Sabemos que es un día único, donde la camaradería se intensifica y nos sentimos como una gran familia. Personalmente, siempre empiezo la jornada con una meticulosa revisión de la Unidad,cada detalle cuenta, cada elemento debe estar en perfectas condiciones para afrontar cualquier desafío que la noche nos depare. Luego, junto a mi compañero de guardia, nos dirigimos a la base que nos asignaron, nuestro hogar temporal, preparados para responder al llamado de auxilio en cualquier momento.
Esta noche es distinta a todas,un manto de vulnerabilidad cubre la ciudad y nosotros, los guardianes de la salud nos convertimos en faros de esperanza. A pesar de la tensión, buscamos la forma de unirnos,coordinamos un encuentro en un lugar neutral, un oasis donde compartir un momento de calidez humana, risas y esa sensación de pertenencia que nos reconforta,porque en medio del deber también necesitamos ese abrazo fraterno, ese compartir que nos da fuerzas para seguir adelante.
Los regalos no se envuelven en papel brillante, sino en abrazos sinceros, en comida deliciosa que compartimos y en bebidas calientes que nos ayudan a combatir el frío y el cansancio,sabemos que la noche será larga, quizás interminable y que el sueño será un lujo que muchos no podremos permitirnos. Nuestro objetivo es claro: llegar todos sanos y salvos a casa al final del turno.
La puerta del hospital se convierte en un imán,apenas se libera una ambulancia, otra emergencia nos llama a la acción. "Asistencia", gritamos con la voz llena de urgencia, mientras la adrenalina recorre nuestras venas y cuando llega ese instante de calma, en medio del caos, levantamos la mirada al cielo, agradecemos por la hermosa noche y por haber llegado a la mitad del camino con una satisfacción que nos invade ya que estamos cumpliendo con nuestro deber, sirviendo a la comunidad en una noche tan especial.
viernes, 13 de diciembre de 2024
Relatos de un Medico en Urgencias Parte 4
"Es mi primer día de guardia en este hospital recien inaugurado y la verdad es que estoy emocionada, pero también un poco nerviosa. Camino por los pasillos y el olor a pintura fresca se mezcla con el antiséptico, una sensación extraña que me llena de curiosidad por lo que está por venir. Junto a mi amiga y colega residente, exploramos el nuevo shock room,es increíble lo moderno y sofisticado con equipos de alta tecnología que nunca había visto.
Nosotras, como residentes de primer año en el área de emergencias, estamos aquí para aprender y prepararnos para lo que se viene,esta semana será de entrenamiento, pero ya siento la adrenalina y las ganas de poner en práctica todo lo que hemos aprendido.
Y vaya que no nos equivocamos,apenas terminamos el entrenamiento, las guardias empezaron con todo, pacientes llegando sin parar, consultorios llenos y el shock room siempre activo,tuvimos que adaptarnos rápido a las emergencias, a trabajar en equipo con los especialistas de cardiología, terapia intensiva y clinica.
Tuvimos que aprender a diferenciar qué casos eran para derivar y cuáles podíamos manejar nosotros mismos,fue intenso, pero una experiencia increíble.
Las guardias eran maratones interminables,pasábamos horas en el shock room, decidiendo quién necesitaba cuidados intensivos y quién podía ser estabilizado para luego ingresarlo a clinica medica o ser derivado a otro centro de mayor complejidad,un aprendizaje constante, lleno de adrenalina y de la enorme satisfacción de ayudar a la gente.
Y así fueron los días, llegaban ambulancias con pacientes en todo tipo de condiciones, desde cuadros leves hasta politraumatizados, se activaban todas las alarmas, tomografía, rayos X, laboratorios,un verdadero caos organizado donde cada segundo contaba.
Además de todo esto, empezamos a recibir pacientes en la sala de clínica, lo que completaba la experiencia, fue agotador pero también increíblemente enriquecedor,los pases de guardia eran un momento de tensión y de clases obligatorias para entender el cuadro de un paciente repasando cada caso, comentábamos decisiones, celebrábamos los éxitos y aprendíamos de los errores. Era una forma gratificante de terminar cada guardia, sabiendo que habíamos dado lo mejor de nosotros."
domingo, 24 de noviembre de 2024
Relatos de un Medico en Urgencias Parte 3
Héroes al volante: "Un homenaje a los conductores de ambulancia"
En el corazón de la ciudad, donde el caos y la urgencia se entrelazan, un grupo de héroes que se dedica a salvar vidas ellos son "los conductores de ambulancia".Son los primeros en responder a las llamadas de auxilio, denominados, los guardianes de la salud y el bienestar de la comunidad.
Sus días comienzan temprano, con el sonido de las sirenas resonando en sus oídos,se apresuran a vestirse, a revisar el equipo médico y a abordar la Unidad, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presente.
El camino los lleva a través de calles abarrotadas, accidentes de tráfico, hogares donde el miedo y la angustia reinan,cada llamada es una carrera contra el tiempo, una batalla por preservar la vida.
Los conductores de ambulancia y el equipo médico son testigos de la fragilidad humana, de la lucha por sobrevivir, de la esperanza y la desesperación. Son los primeros en brindar consuelo, en ofrecer una mano amiga en medio del caos.
Sus rutinas son impredecibles, sus turnos interminables,trabajan bajo presión, enfrentando situaciones de alto estrés, lidiando con la muerte y el sufrimiento, sin embargo su vocación es más fuerte que cualquier desafío,su dedicación, su valentía y su compasión son un faro de esperanza en la oscuridad.
Están mano a mano, dedicados a trasladar sin pestañear las urgencias a las que se expone el equipo médico,toman la rienda de la situación de una forma rápida y responsable, llegando a lugares de asistencia compleja para que se resuelva el problema,son sin más, el corazón de la operación de cada decisión médica,siempre dispuestos, aunque muchas veces no estén del todo de acuerdo, hacen que todo parezca simple al momento de actuar.
Sus vidas son tan importantes como las que trasladan, por eso mismo, al momento de manejar, tratan a sus integrantes como familia y cuidan de ellos en los momentos difíciles, tales como en la consulta domiciliaria, en la vía pública o en situaciones de rescate.
Son la brújula de dirección que necesita el equipo médico para mantenerse estable y ser lo más activo en cada una de las tareas, son un amigo, un hermano, un padre o un esposo.
Muchos de ustedes deben pensar que es sencillo, pero esto toma adaptación, responsabilidad, respeto y se necesita de empatía, donde todos los integrantes de una ambulancia son importantes. Por eso dedico este texto a mis héroes, los conductores de ambulancias. Mis sentidos respetos y cariños a todos aquellos que trabajaron conmigo en cada sector de urgencias que preste servicios.
lunes, 18 de noviembre de 2024
Relatos de un Medico en Urgencias Parte 2
La noche caía con una furia implacable. La lluvia golpeaba el parabrisas de la ambulancia como si quisiera detener su avance. Las luces de emergencia teñían de rojo y azul las calles mojadas, reflejándose en los charcos que parecían espejos fracturados.
Dentro del vehículo, la Dra. Camila revisaba mentalmente cada paso que debía seguir mientras escuchaba la voz cortante del despachador resonando en la radio.
"Varón, 45 años. Colapsó en vía pública. Posible paro cardiorrespiratorio. Tiempo estimado: tres minutos."
Ana, la paramédica del equipo, mantenía las manos firmes mientras organizaba el equipo en la parte trasera. Cada curva y frenada la obligaban a estabilizarse, pero no desviaba su atención. Con años de experiencia en emergencias, sabía que tres minutos podían ser la diferencia entre la vida y la muerte.
De pronto, un frenazo brusco sacudió la ambulancia. "¡Llegamos!" gritó el conductor. Camila abrió la puerta sin dudarlo, dejando que el viento y la lluvia empaparan su bata. Frente a ella, un grupo de personas formaba un círculo caótico alrededor de un hombre tirado en el asfalto. Los gritos y el llanto eran ensordecedores.
"¡Apártense! ¡Déjenme pasar!" ordenó Camila con la autoridad de quien ha visto demasiado en esas circunstancias.
El hombre yacía inmóvil, con la piel pálida y los labios teñidos de un azul alarmante. Su pulso era apenas perceptible, y la respiración, irregular. Ana se arrodilló junto a Camila, ya con el desfibrilador en mano.
"¿Qué sucedió?" preguntó Camila a una mujer que temblaba cerca de la escena.
"Se desplomó de repente, doctora. Estaba caminando y... simplemente cayó. No respondió más."
Camila asintió, ya concentrada en su tarea. "Ana, carguemos. Necesitamos sacarlo de aquí ahora mismo."
Las compresiones comenzaron, una danza rítmica entre la esperanza y la urgencia. Ana conectó los electrodos mientras Camila evaluaba signos vitales. “¡Carga lista!”
Un instante después, el cuerpo del hombre se estremeció con el impacto eléctrico. La tensión en el aire era casi tangible. Camila miró el monitor. Una señal débil, pero constante. Había algo a lo que aferrarse.
"¡A la ambulancia! Nos lo llevamos."
El trayecto hacia el hospital fue una batalla contra el tiempo. Dentro de la ambulancia, Ana monitoreaba al hombre, vigilando cada fluctuación en su ritmo cardíaco. Camila, de pie junto a ella, preparaba la adrenalina mientras daba indicaciones rápidas al conductor para esquivar el tráfico.
"¡Pulso sostenido, pero sigue inestable!" anunció Ana, su voz cargada de profesionalismo, pero con un rastro de ansiedad contenido.
El hospital apareció como un faro en medio de la tormenta. Camila abrió las puertas traseras apenas el vehículo se detuvo. El equipo médico los esperaba con una camilla lista, y juntos trasladaron al hombre a la sala de emergencias.
Dentro, la sinfonía de monitores y órdenes rápidas llenó el ambiente. "Estabilicen la presión arterial. Necesitamos estudios y valoración quirúrgica de inmediato", ordenó Camila mientras sus manos no dejaban de moverse, precisas y ágiles.
Tras largos minutos de maniobras, una voz resonó: "Ritmo cardíaco estabilizado. Preparando para cirugía."
Camila exhaló, dejando que una pequeña chispa de alivio le recorriera el cuerpo. Pero su mirada seguía fija en el paciente. Sabía que aquella batalla apenas había terminado. Como siempre, su deber era velar por lo imposible, por esa chispa de vida que pugnaba por permanecer encendida.
La lluvia seguía cayendo afuera, imperturbable. Pero dentro del hospital, la tormenta había cedido. Al menos por esa noche.
martes, 12 de noviembre de 2024
Relatos de un Medico en Urgencias Parte 1
El humo del cigarrillo se enroscaba en la oscuridad, como un fantasma ascendiendo hacia la noche fría e indiferente. Cada anillo que se formaba y desvanecía era un recordatorio de la fugacidad de la vida, de la inexorable marcha del tiempo. A lo lejos, las sirenas de las ambulancias gemían como almas en pena, anunciando la llegada de nuevas tragedias, de nuevas batallas en la guerra sin fin entre la vida y la muerte. Y yo, en mi escondite en la parte trasera del hospital, me aferraba a la soledad como un náufrago a un madero a la deriva.
Esta noche, la guardia se sentía especialmente pesada. El aire denso, cargado del olor a desinfectante y a miedo, parecía oprimirme el pecho. Cada paciente que llegaba, cada historia de dolor y sufrimiento, era un golpe más a mi ya maltrecha alma.
En este pequeño oasis de sombras, podía despojarme de la bata blanca, de la máscara de profesionalismo, y permitirme ser vulnerable. La doctora, la que todos conocían, la que enfrentaba la enfermedad y la muerte con serenidad y determinación, dejaba paso a la mujer, a la que se escondía bajo la coraza de la ciencia y la razón. Una mujer que se sentía perdida, rota, al borde del abismo.
La muerte, esa compañera inseparable, se había convertido en la sombra que me perseguía. La veía en la mirada vacía del anciano que acaba de perder a su esposa, en el llanto desconsolado de la madre que no puede aceptar la partida de su hijo, en el silencio sepulcral de la sala de operaciones después de una batalla perdida. Cada vida que se extinguía a mi lado dejaba una huella imborrable en mi alma, un vacío que ningún logro profesional, ningún reconocimiento, podía llenar.
Me había acostumbrado a la compañía de los fantasmas, de los recuerdos de aquellos que ya no estaban. Sus rostros, sus voces, sus historias, se agolpaban en mi mente, impidiéndome encontrar la paz, la tranquilidad. Me sentía como una espectadora de mi propia vida, una extraña en un mundo que ya no reconocía.
Mis colegas, mis amigos, incluso mi familia, percibían en mí una fortaleza que ya no sentía. Admiraban mi dedicación, mi capacidad para afrontar la adversidad. Pero ninguno de ellos podía vislumbrar el torbellino de emociones que se agitaba en mi interior: la angustia, la soledad, el miedo.
El miedo a la muerte, sí, pero también el miedo a la vida. A una vida vacía, carente de sentido, donde la rutina y el dolor se habían convertido en mis únicos compañeros. ¿Para qué seguir luchando, para qué aferrarme a la esperanza, si al final todos terminábamos igual: convertidos en polvo, en un recuerdo borroso?
Y entonces, en medio de la oscuridad, una voz susurraba en mi interior: "Hay algo más". Una voz que se resistía a la desesperanza, que me impulsaba a buscar un sentido, una razón para seguir adelante.
Quizás la respuesta se encontraba en la conexión humana, en la capacidad de amar y ser amada. Quizás, al tender la mano a otros, al compartir su dolor y sus alegrías, podría encontrar un sentido a mi propia existencia. Quizás, al sanar las heridas de los demás, podría empezar a sanar las mías.
Con esa frágil esperanza, me levantaba cada mañana, me vestía con la bata blanca y me enfrentaba a un nuevo día. Un día lleno de incertidumbres, de desafíos, pero también de posibilidades. Porque a pesar de la soledad, a pesar de la muerte, la vida seguía su curso, y yo, con ella. Y en esta noche de guardia, en medio del caos y el sufrimiento, me aferraba a esa esperanza como a un salvavidas.
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